Voy caminando, observo a mi entorno, miro fijo a la chica “cool” que me pasa por al lado, me mira seguramente se siente superior, porque esta mejor vestida, luce más bella o tiene más dinero, en cambio yo la veo vacía, llevando en su espalda ese peso pesado que se divide entre la cartera enorme, los kilos de crema para peinar para que el segundo pelo, de la tercera capa del primero mechón del costado del flequillo no se vaya a salir fuera de lugar…Siento que se está por caer, me resulta gracioso verla con esos zapatos tan altos que parecen zancos atados a sus diminutos y delicados pies.
Sigo mi fiel caminata y ahí viene, mejor dicho ahí me voy acercando al viejo decrépito de la esquina de Córdoba y España que me mira con cara de pervertido cada vez que transito por el lugar y se pasa las tardes completas tarareando alguna canción o bailoteando en alguna vereda, viendo como todo se mueve y el continúa ahí. (Quizá esa también solo sea una percepción mía y en realidad el hombre no es conciente de que se ha transformado en un ser hostil y desagradable que lo único que hace es gastar vida sin objetivos)
Continúan desfilando para mi todo ese circo, o mejor dicho como siempre les suelo llamar, la masa amorfa de cosas heteróclitas que jamás se unirá.
Algo superior a todo aquello me aquieta y entumece, ninguno interrumpe su camino, ni quita su mirada del punto fijo que los guía, nadie observa lo que tiene alrededor. Van por las calles como zombis inamovibles, como típicos hombres egoístas y acotados que solo pueden ver la punta de su zapato.
Sin embargo ven, tal vez solo figuras, pero perciben y miran al resto de la humanidad.
A veces me pregunto qué pensarán de mi, que pensarán de sus pares.
Que loco este mundo donde todos percibimos pero todos de modos desiguales.
Y en el que todos somos capaces de juzgar de desigual a desigal , siempre con un aire de superioridad sin percibir ni rescatar la mediocridad que hay dentro de cada uno.
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